HABÍA UNA VEZ ... un médico que tuvo una maravillosa experiencia cuando trabajaba como voluntario en un hospital de Rosario.
El había conocido a una niña llamada Elsa, que padecía una extraña enfermedad en la sangre. Su única oportunidad de salvarse era una transfusión de sangre de su hermano Carlos , de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad, y había desarrollado anticuerpos necesarios para combatirla.
El médico explicó la situación al pequeño y le preguntó si estaba dispuesto a donar su sangre para salvar a su hermana.
Carlos dudó un momento, tomó un gran suspiro y dijo:
-Si, lo haré, si eso salva a Elsa.
Mientras las transfusión se efectuaba, Carlos estaba acostado en una cama al lado de su hermana, sonriente, mientras el color iba retornando despacio a las mejillas de Elsa.
De pronto, el niño se puso pálido y su sonrisa desapareció, miró al doctor y con voz temblorosa le dijo:
-¿ A que hora empezaré a morir ?
El doctor muy conmovido, le explicó que no era necesario que diera toda su sangre a Elsa, solamente un poco y que ya estaban terminando.
Carlos sintió un gran alivio, y su sonrisa apareció nuevamente en su rostro.
El niño no había entendido bien, pero aún así estaba dispuesto a darle toda su sangre.
Reflexión:
La sangre de Carlos salvaba la vida física de Elsa. La sangre que Jesús derramó en el sacrificio de la cruz, nos salva espiritualmente y nos da la vida eterna. Vida eterna para vivirla en la tierra y cuando partamos en el cielo.
Dice la Biblia en :
1° de Juan 1:7
" . . .y la sangre de Jesucristo, su hijo nos limpia de todo pecado "
Bendiciones y hasta la próxima. . . . . .